
El silbido que generaba el aire al cruzarse los vagones del metro envolvía la burbuja digital en la que nos encontrábamos Claudia y yo.
-“¿Cuándo nos veremos?”-
Tecleaba yo, a velocidad aun no descrita, de cinco mensajes por estación.
-“Estamos tan bien así”- contestó ella.
Desanimado, pensando que nunca la conocería, levanté la mirada. Escudriñé con ojo crítico a la chica que, sentada frente a mí, aporreaba con furia las teclas del smartphone rosa.
Rubia, delgada, y con un lunar en la mejilla, ...tal vez, y comencé a sudar.
-“¿Claudia?”