Toca jotas. La suerte, esquiva esa noche, mimaba a mi oponente, que estaba seguro, iba de reinas. Tendría que desistir en esta mano. Me levanté y llené mi copa de nuevo. Había bebido en exceso, demasiado para mantener la mente lúcida y seguir el rastro de las cartas. Aun así, me arriesgué a seguir apostando tan alto como cuando llegué, hacía ya algo más de cuatro horas.
Fue entonces cuando aposté lo único valioso que me quedaba. Y perdí. Lo último que recuerdo es que se abalanzaron sobre mí para cobrar la apuesta. Mi jugoso y palpitante corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cuéntame tu opinión!