Todo lo que tengo es mi presente

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Burbujitas

lunes, 8 de marzo de 2010

1,2,3, comisaría OTRA VEZ

El viernes pasado, yendo a clase de word, en el metro, me robaron la cartera. Joer, es algo que le pasa diariamente a un montón de gente, de hecho, así lo pude comprobar en la comisaría donde puse la denuncia.

No sé cómo enfocar esta entrada porque aun me dura el mal rollo del pasado día 5, aunque tengo que reconocer, como siempre, la suerte de mujer afortunada, que me acompaña y pocas veces me falla.

El sentimiento de invasión a mi intimidad era mucho más fuerte que el destrozo que me habían hecho quitándome tarjetas, dni, carnet de conducir, fotos, información personal y de otros...Esa sensación me duró muchas horas y me dio tal bajón anímico que pensé que el "hombre", como género, era el más ruín de todos los animales que convivimos bajo el mismo sol.

Por favor, mucho cuidado, en estos tiempos, con el bolso o la cartera, en el metro o en lugares de mucho tránsito de gente. Hay más robos que nunca. El poli que me atendió en la primera comisaría me dijo que hay que "bajar al metro acorazao".

Agotada, llegué a casa, habiéndome perdido mi clase de word y con la sensación de que el día no iba a terminar allí.

Resulta que recordé que tenía una apuesta de Euromillones para ese mismo viernes y que compartía con 2 personas más. Escaneada y enviada por mail, tres días antes. Tocaba ampliación de la denuncia, especificando todos los números de la apuesta. La ampliación se pudo hacer por teléfono ( 902 102 112, denuncias telefónicas ) pero ahí estaba la trampa, debía recogerla y firmarla antes de la hora del sorteo, si no el manguis, si tocaba, la podría cobrar y esooooooo nooooo, señores, noooooooo.


Así que nos tocó a mi marido, a la niña y a mi, coger el coche, lloviendo, a las mil de la tarde (20.30h., mas o menos) y acercarnos a una comisaría de policía de un pueblo cercano. Mi segunda comisaría en el mismo día.


Una vez en casa, y con los nervios a flor de piel, una llamada extraña a las 23.15h. hizo que me reconciliara con el mundo de nuevo.


Un matrimonio sudamericano tenía mi cartera, la habían encontrado, y parecía tener la documentación intacta. La buena fe de esas personas hizo que durmiera esa noche otra vez con la esperanza y el deseo de que el hombre es bueno por naturaleza.

El sábado, el matrimonio, depositó la cartera en una comisaría cerca de su casa. Y el domingo por la mañana, pisé mi tercera comisaría en este fin de semana.

Vuelvo a estar documentada, pero sin tarjetas de crédito ni el boleto de Euromillones, que está anulado, por supuesto y del que no ha tocado ni un céntimo de euro.

Uno de los policías, de los que me atendió el domingo, me dijo al salir: -"Has tenido mucha suerte" y yo sin pensarlo dos veces, le conteste: -"Sí, mucha".


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